Investigadores de DisComPoSE participaron en una sesión del La cultura italiana del Settecento e le sue connessioni transnazionali, organizada entre el 20 y el 22 de junio en Nápoles en el marco de las actividades del proyecto internacional Rethinking Eighteenth-Century Italian Culture and Its Transnational Connections, dirigido por la California State University, Long Beach, en colaboración con la Universidad de Nápoles Federico II.

El proyecto, dirigido por Clorinda Donato (CSULB) y Pasquale Palmieri (UniNa) pretende estudiar los documentos que atestigüen la importancia de Italia en el panorama cultural transnacional del siglo XVIII. Uno de los principales objetivos es la selección de una serie de textos italianos destacados del siglo XVIII que nunca hayan sido traducidos al inglés o que necesiten ser traducidos de nuevo y dotados de un aparato científico.

Para ello serán valiosos los miles de textos e imágenes recogidos, catalogados y analizados en el marco del proyecto DisComPoSe. En la sesión presidida por Anna Maria Rao, en la que participaron cuatro miembros del equipo dirigido por Domenico Cecere, se debatió sobre cómo cambiaron las razones y las formas de comunicar las noticias sobre catástrofes naturales entre finales del siglo XVII y la segunda mitad del XVIII.

Uno de las hipótesis de fondo de la investigación de DisComPoSe es la idea de que, desde el inicio de la Edad Moderna, las calamidades han sido poderosos generadores de discurso y que la ocurrencia de acontecimientos luctuosos extraordinarios ha dado lugar a conflictos de interpretación entre instituciones, grupos y fuerzas sociales antagónicas.

En su ponencia Notizie catastrofiche tra l’Europa e l’Atlantico, Cecere se centró en la competencia entre órdenes religiosas por la promoción de sus santos tras acontecimientos calamitosos. Durante los procesos de circulación de la información fuera de los aparatos gubernamentales, las catástrofes naturales narradas acaban por ser totalmente transfiguradas, descontextualizadas, para convertirse en el mero escenario en el que operan figuras heroicas de santos y hombres de instituciones. Tales sucesos pierden sus contornos específicos para convertirse en manifestaciones del desencadenamiento de los elementos de la naturaleza por la ira divina y, por lo tanto, en ocasiones para la acción de fuerzas celestiales o de determinadas fuerzas sociales cuya protección han invocado las comunidades.

El acontecimiento se relataba más con el objetivo de impresionar a los lectores/oyentes que con el de informarles, con el fin de destacar las iniciativas del virrey y de las órdenes religiosas que, según se creía, habían evitado males mayores a la ciudad.

Además, Cecere también mostró cómo, durante el siglo XVIII, surgió una nueva sensibilidad a la hora de relatar la experiencia de una catástrofe. La excepcionalidad de los fenómenos naturales descritos, el carácter patético de los testimonios relatados y la gravedad de los daños expuestos cambiaron la percepción de las catástrofes y llevaron a algunos filósofos y políticos a contemplar la posibilidad de una regeneración, casi una palingenesia tras la catástrofe. La percepción del sufrimiento colectivo y de la desolación de las regiones afectadas estimuló una búsqueda de sentido que, según estos observadores, podía encontrarse en la posibilidad de un futuro mejor. La tabula rasa producida por una catástrofe podía convertirse en una oportunidad para poner en marcha proyectos de transformación urbana, que trajeran consigo planes de reforma o incluso de regeneración de la sociedad y de la moral.

Las ponencias de Annachiara Monaco, Antonio Perrone y Umberto Signori pusieron de relieve la circulación del saber naturalista en la modernidad tardía a través de los documentos de la Collezione Sismica, conservada en la Società Napoletana di Storia Patria. Esta colección, que se remonta a mediados del siglo XIX, constituye un acervo único para comprender cómo las distintas generaciones vivieron y relataron los terremotos y las erupciones volcánicas y cómo los científicos, a lo largo del tiempo, utilizaron e interpretaron estos testimonios.

Umberto Signori presentó dos ejemplos del siglo XVI de la catástrofe conocida como Monte Nuovo para explicar cómo un desastre natural podía representarse en una multiplicidad de formas. Las dos primeras ediciones de la obra impresa del médico y filósofo Simone Porzio muestran cómo, a través de una interpretación naturalista y metafórica de la catástrofe, los editores dieron más espacio a la necesidad de ofrecer un relato centrado en la observación directa del suceso, probablemente para satisfacer la inusitada curiosidad que había despertado el fenómeno.

Por otra parte, el manuscrito inacabado del tratado de sismología del médico napolitano Cola Anello Pacca crea una sensación de extrañeza en el lector moderno que intenta interpretar su enfoque metodológico. Si, por un lado, el autor relaciona el suceso con lo que autorizados estudiosos del pasado habían escrito sobre los terremotos, prestando gran atención a las fuentes utilizadas, por otro, el texto propone una dimensión de lo maravilloso según formas más relacionadas con la circulación de noticias. Pacca, en particular, propone largas narraciones histórico-geográficas que caracterizarán los textos posteriores sobre catástrofes, al menos hasta el Siglo de las Luces.

Antonio Perrone ha examinado las Rime d’Illustri Ingegni Napoletani, una antología de 1633 conservada en el mismo catálogo, poniendo de relieve cómo el interés por los fenómenos naturalistas en el siglo XVII encontró forma sobre todo en la poesía, dando lugar a un importante maridaje entre ciencia y literatura. El documento, que contiene textos relevantes sobre la erupción del Vesubio de 1632, se sitúa en el centro de una conspicua actividad editorial dedicada a las catástrofes (cabe señalar también que el silogio comparte algunos textos con la más famosa Scelta di poesie nell’incendio del Vesuvio. Los volúmenes de poesía de la Collezione Sismica figuran entre las primeras composiciones de poesía napolitana de desastres, género editorial que caracterizará todo el Barroco meridional.

Por último, Annachiara Monaco se centró en las características lingüísticas de las relaciones dedicadas a las erupciones vesubianas, analizando una muestra de textos publicados tras el suceso de 1631. Estos documentos pretendían informar al lector y, al mismo tiempo, implicarle emocionalmente ensalzando lo extraordinario y novedoso del desastre, considerado un signo de la ira de Dios. Monaco también señaló que, durante el siglo XVIII, la dimensión informativa y patético-moral típica de las relaciones del siglo XVII sobre las erupciones del Vesubio perdió su preeminencia y estas se convirtieron cada vez más en un contenedor de observaciones y experiencias científicas.

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