El estudio de la transmisión de la memoria es esencial para comprender cómo las sociedades del pasado percibían e interpretaban los peligros naturales y reaccionaban ante ellos.

Así lo han demostrado los investigadores que han participado en el congreso Memoria y olvido de acontecimientos traumáticos en la Edad Moderna, organizado los días 27 y 28 de octubre por el proyecto de investigación DisComPoSe en colaboración con el Instituto Cervantes de Nápoles.

Durante ambas jornadas se ha debatido sobre los procesos y las relaciones de poder a través de los cuales las experiencias y los recuerdos subjetivos de sucesos traumáticos se filtran, reelaboran y recomponen en relatos compartidos. También se han analizado las formas en que las sociedades del pasado conservaban el recuerdo de las calamidades que las habían marcado.

Asimismo, se indagó sobre el desarrollo en la Europa moderna de comportamientos adaptativos y preventivos a partir de la transmisión de la memoria de catástrofes pasadas, y se demostró que en algunas zonas la transmisión de la memoria favoreció la elaboración de prácticas de prevención o respuesta y la institución de magistraturas con tareas de prevención y mitigación de riesgos.

 

Jueves 27 de octubre

Società Napoletana di Storia Patria

El congreso se inauguró el jueves 27 de octubre en la sede de la Società Napoletana di Storia Patria con la conferencia de Gabriella Gribaudi (Università di Napoli Federico II), titulada La memoria e il racconto della catastrofe. La profesora se detuvo en el análisis de dos eventos catastróficos del siglo XX: la II Guerra Mundial y el terremoto de Irpinia de 1980, a partir de los testimonios orales de los supervivientes con el objetivo de reflexionar sobre los paisajes devastados y las prácticas de gestión político-administrativa de la catástrofe en el medio y largo plazo. Posteriormente analizó los efectos del desastre, tales como la transformación de los centros habitados y los relativos al trauma individual y colectivo de las poblaciones afectadas. Su presentación puso de relieve, por lo tanto, el vínculo entre desastres bélicos y desastres de origen natural a partir de la imagen compartida de las ruinas.

A continuación, se desarrolló la sesión Circulación, comunicación y construcción de la memoria de los eventos traumáticos, presidida por Pasquale Palmieri (Università di Napoli Federico II). En ella intervinieron Matteo Lazzari, Joana Fraga y Gennaro Schiano.

Lazzari intervino con una exposición sobre Costruzione di memorie, distruzione di Santiago de Guatemala: il terremoto del 1541 narrato nelle Crónicas de Indias dal XVI al XVIII secolo. En ella presentó una serie de fuentes historiogáficas que muestran la gran difusión, tanto contemporánea como posterior, de la noticia del terremoto de 1541 que destruyó la ciudad de Santiago de Guatemala. A partir de un análisis diacrónico de los textos, destacó los elementos de continuidad y ruptura en el proceso de narración del evento y de construcción de su memoria.

En la intervención Por que como a fidelidade Portuguesa seja em toda a parte a mesma: comunicación, gestión y reacciones a la noticia de la revuelta portuguesa de 1640 en el Imperio portugués J. Fraga ilustró el golpe de estado portugués que en 1640 depuso a Felipe IV en favor del duque de Braganza, João IV, y las estrategias mediáticas desplegadas por el nuevo monarca para asegurarse el reconocimiento en los diversos territorios bajo influencia de la corona portuguesa. A través del estudio de la circulación y materialidad de las cartas regias enviadas desentrañó los conflictos subyacentes y las tensiones geoestratégicas en el proceso de aclamación.

Por último, G. Schiano presentó la intervención titulada La memoria delle catastrofi nei generi informativi della prima età moderna, en la que identificó los mecanismos memorialísticos propios de la narración de las noticias calamitosas en las relaciones de sucesos. A partir de un corpus de fuentes del siglo XVII puso de relieve la correspondencia entre el carácter material efímero de dichos textos y las retóricas específicas de la memoria.

El debate posterior permitió profundizar en algunas cuestiones clave, como la relación entre desastres de origen natural y desastres bélicos y la centralidad de la dimensión oral en la sedimentación de la memoria de los eventos calamitosos.

 

Viernes 28 de octubre, mañana

Archivio di Stato di Napoli

 

En la segunda sesión, presidida por Flavia Gherardi (Università di Napoli Federico II) y titulada Testimonios de la violencia, agentes de la memoria, intervinieron F. Javier Álvarez García, Yasmina R. Ben Yessef Garfia y Federico Palomo del Barrio.

Javier Álvarez García analizó la relación entre guerra y memoria, tomando como caso de estudio los dos conflictos que afectaron al Monferrato en la primera mitad del siglo XVII. A partir del estudio de las crónicas escritas y conservadas en tiempos y modos diversos, Álvarez García explicó cómo las narraciones de la experiencia de la violencia y destrucción causadas por la guerra tenían un claro objetivo de crear empatía en sus lectores. Con este análisis demostró cómo la representación emotiva del evento bélico transformó la memoria colectiva hasta convertirse en un elemento de producción de la identidad local.

R. Ben Yessef Garfia reconstruyó las maneras en las que la orden agustina vinculó la legitimidad de la existencia de su propio convento a la memoria de un terremoto en el virreinato de Perú del siglo XVII. El análisis crítico de las crónicas oficiales producidas por tres agustinos de orígenes y extracciones sociales diversas, que seleccionaron las fuentes orales y escritas del desastre con base en sus propias exigencias, reveló el intento de los religiosos de perpetuar la memoria de su propia existencia a nivel local hasta convertirla en atemporal. Crónicas similares, como demostró, reflejaban las luchas de poder presentes en la sociedad y, especialmente, entre los religiosos. En su presentación, Ben Yessef Garfia sostuvo que el registro del recuerdo del evento catastrófico constituía un manifiesto político de los agustinos para reivindicar su propia posición social en un renovado equilibrio comunitario.

Si la identificación de la actividad misionera en el Japón de la Edad Moderna es bien conocida, F. Palomo del Barrio recalcó cómo la construcción de la memoria de dichas violencias no se producía solo a través de la mediación de Roma. Su intervención mostró que las “guerras” de textos e imágenes producidas por las diversas órdenes religiosas, en rivalidad por obtener una suerte de primacía del martirio, tuvieron como centros irradiadores también las capitales de las colonias ibéricas. Ciudades como Ciudad de México, Manila y Macao se apropiaron de la narración de los mártires del Japón y contribuyeron a la elaboración de su memoria a escala global.

 

Viernes 28 de octubre, tarde

Archivio di Stato di Napoli

 

La tercera sesión, presidida por Alessandro Tuccillo (Università di Torino), se tituló Eventos traumáticos y espacio urbano: actores locales de la memoria. En ella intervinieron Elisa Cimmelli, Beatriz Álvarez García y Diego Carnevale.

Cimmelli identificó los rituales religiosos y el papel de los protagonistas de las celebraciones vinculadas a la erupción vesubiana de 1631. En torno a este evento volcánico surge una gran producción cultural ligada a la protección de san Genaro. Los actos de los centenarios instituidos en honor del milagro realizado por el mártir en 1631 son un ferviente testimonio de cómo la Iglesia quiso exaltar la devoción del pueblo napolitano a san Genaro y la armonía del cuerpo social con la Iglesia.

Álvarez García señaló la relación entre la memoria de un desastre natural y los sermones religiosos. En concreto, analizó cómo la memoria individual del trauma del terremoto andaluz de 1680 fue rápidamente complementada por una memoria cultural del evento construida por los eclesiásticos. Álvarez García ha demostrado que los sermones producidos en torno a la catástrofe se basaban en testimonios seleccionados ad hoc para subrayar el papel de autoridad de la jerarquía eclesiástica en la narración. Insertando el terremoto en una serie recurrente de desastres, además, los religiosos se presentaban como garantes del control social también para futuros eventos catastróficos.

Carnevale propuso una interpretación de las inundaciones como indicadores del impacto sobre las instituciones, puesto que se trataba de desastres naturales que se repetían frecuentemente. Así, se preguntó sobre la posible existencia de una “cultura del riesgo” específica en el Nápoles de los siglos XVII y XVIII. Carnevale mostró cómo la explicación religiosa no era la única aceptada para un desastre natural. Las comunidades e instituciones locales se interesaron por la prevención de las inundaciones, prestando atención, por ejemplo, a la falta de mantenimiento de las infraestructuras. Demostró así que la documentación escrita y la memoria de catástrofes pasadas habían producido importantes conocimientos sobre los riesgos recurrentes. Sin embargo, a pesar de que la magnitud de la inundación de 1727 había generado tal trauma en la memoria colectiva que no se asociaba a un ciclo de catástrofes con las que había que convivir, las instituciones no tomaron decisiones radicales, al considerar irrepetible un fenómeno semejante.

 

Domenico Cecere intervino en las conclusiones y resaltó cómo el trauma se elaboraba en formas narrativas y rituales hasta constituir verdaderos monumentos de la memoria que representaban una mediación simbólica entre el pasado y el presente. Cecere recordó, además, el relevante aporte de las teorías literarias y psicoanalíticas y la contribución de la neurociencia en el análisis sobre el olvido. El profesor abogó por una reflexión, utilizando también las herramientas de estas disciplinas, que permita ir más allá de una visión “impuesta desde arriba”, tal y como se desprende de los documentos, para comprender cómo estos traumas fueron vividos en lo específico por las personas.

Por último, subrayó la relación entre el espacio y los acontecimientos traumáticos en la experiencia vivida por los testigos supervivientes. En los países destruidos por una catástrofe, es imposible reconocerse como comunidad y organizar la propia memoria colectiva porque los habitantes ya no pueden identificarse simbólicamente con los lugares. Esto crea en los supervivientes un sentimiento de extrañeza y “no-localidad”, tal y como sugirió en la conferencia inaugural la profesora Gribaudi.

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